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Curaduría del mes

Animales

en la gráfica de Oaxaca

Uno de los rasgos distintivos de la gráfica de Oaxaca es la presencia profusa de animales en la obra de un sinnúmero de artistas. Ello nos aproxima al arraigo que estos seres vivos tienen al día de hoy en la cotidianidad pero también en el imaginario y la cultura locales.

Por otro lado, esta característica se conecta con la extensa tradición de la representación animal que ha permeado a lo largo de la historia y lo ancho de la geografía universal. Así, la encontramos en la era remota del arte rupestre en las cuevas donde vivían los primeros homínidos, como en los cuadros renacentistas, en las expresiones de vanguardia del siglo XX o en las grandes civilizaciones antiguas.

 

En las 17 obras que hemos seleccionado para esta curaduría, se puede apreciar la variedad de los animales representados que van desde los diminutos chapulines típicamente oaxaqueños hasta los imponentes toros, pasando por aves diversas o mascotas como gatos y perros. Igualmente interesante, es la variedad de abordajes gráficos, así como los diferentes significados otorgados al mundo animal.

En algunos casos, el animal constituye el protagonista indudable del grabado, mientras que en otras obras su presencia constituye un elemento adicional dentro de una composición figurativa y narrativa de mayor amplitud.

Así, por ejemplo, el toro majestuosamente grabado por Luis Zárate, ocupa prácticamente toda la extensión del bello papel de algodón de casi un metro de largo.

Del mismo modo,  el astado que lucha contra el viento en la obra de Juan Alcázar, las ballenas litográficas de Cristina Luna, el murciélago polinizador de Enrique Gijón o las arañas en primer plano de Fernando Aceves, misma que nos remite a la escultura madre de Luoise Bourgeois, constituyen otros ejemplos donde el animal es centro del gesto creativo del o de la artista.

Entre los grabados donde se incluye el animal junto con otros elementos visuales, podemos destacar la obra de Alejandra Villegas, en la que un perro acompaña una figura humana debajo de unos nubarrones amenazadores.

El canino también está presente en la obra colorida de Enrique Flores. Es más, goza de un lugar simbólico privilegiado en tanto, a modo de guiño, en su collar lleva el distintivo de la firma del artista y su taller de producción. Por su lado, un pájaro blanco se yergue de perfil al lado de motivos florales y arquitectónicos en la pequeña obra, del tamaño de un mosaico, del artista Amador Montes.

En cuanto al abordaje interpretativo, podemos descubrir un sinnúmero de semánticas diferenciadas en las obras. En este contexto, se distinguen animales que entran dentro del rubro de lo fantástico como en el caso del elefante de Emiliano López o el alquimista de Daniela Ram.

Asimismo, encontramos animales asociados a lo mitológico y lo sobrenatural como en la obra de Víctor Chaca, donde se hace clara referencia a lo nahuales, en la obra de Tomás Pineda que reivindica la fuerza cultural del chapulín oaxaqueño o, en el colibrí de Manuel Miguel, ave mensajera entre los dioses y los humanos.

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Igualmente hay obras con un tono chusco, lúdico o desenfadado como en el guajolote coronado por una cresta punk de Daniel Barraza, la platija a la mostaza de Damián Lescas o el gato enamorado de Enrique Arnaud.

Finalmente, como en el grabado en metal de Guillermo Olguín, donde un pájaro aparece hurgando en el pubis de una mujer, el animal es representado desde connotaciones eróticas y sexuales.

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