estampas de lo sagrado:
dEIDADES, ofrendas y rituales
Curaduría y texto
a cargo de Carlotta Garjuá*
Para el escritor francés Georges Bataille- antropólogo enfocado en el estudio de temas como el erotismo y la transgresión- todo lo que se ofrece con fuerza a la sensibilidad, y queda sustraído de las operaciones del intelecto, es en parte sagrado y en parte poético. Lo sagrado, a su vez, tiene una dimensión creativa y aniquiladora: cualidades paradójicas ampliamente despertadas por la experiencia de lo sublime y los múltiples testimonios del horror.
Mientras que el sentimiento de lo bello se corresponde con la armonía entre el entendimiento y la imaginación, lo sublime recae en el antagonismo de estas dos facultades humanas. A través del arte, la filosofía y el psicoanálisis, sabemos que la belleza más extrema es capaz de llevarnos al embelesamiento y a un estado de éxtasis que sobrepasa el dominio de lo racional, aunque también tiene el poder de provocar un dolor imposible de digerir. En palabras de Baudelaire, lo bello es siempre raro: reposa en lo inesperado y en el estupor.
De acuerdo al pensador posmoderno Pascal Quignard la belleza atroz de la naturaleza provoca la necesidad de palabra entre los hombres, así como el impulso de dirigir sus interrogantes, quejas y plegarias a lo no terreno: al constante clamor de una estampa inexistente. Aunque los dioses no se ven ni nos hablan, claramente se escuchan: reposan en el tremor del trueno y en el golpeteo de la lluvia, en los chasquidos del fuego y en el golpe de un torrente; cantan desde el crepitar de un sembradío de amapolas y gritan con el balido asustado de un animal hecho ofrenda. Son las voces silentes que nos acompañan o abandonan. Y ante su inexplicable rumor, o frente a aquello que nos deja atónitos, se exige un relato verbal: se espera una deglución ficticia de nuestro dolor- por medio del lenguaje simbólico- que restablece un orden u otorga sentido; aunque también se reclama la reconstrucción de una serie de imágenes que permitan confortarnos en silencio…
Por medio de la presente selección de grabados hacemos una especial alusión a los distintos elementos que conforman lo sagrado, tanto en el contorno de lo prehispánico como en el contexto religioso más actual. Como un primer acercamiento encontramos dos piezas impactantes del artista César Villegas: obras que retoman la estética y la simbología de los códices mesoamericanos incluidos en los libros más antiguos. El “Abono terrenal” construye una narrativa sobre la realidad actual por Covid-19, específicamente por la muerte colectiva que ha teñido nuestro entorno (¿acaso el suelo erosionado clama por tan abundante riego?). En “Dioses de jade” se hace un homenaje por medio de los colores de esta piedra preciosa: joya nativa considerada uno de los materiales más valiosos de los pueblos mesoamericanos. En las culturas antiguas esta roca ornamental concentraba las máximas fuerzas divinas y representaba a las deidades dadoras de vida, siendo una fracción curativa para reestablecer el equilibrio y la armonía del cuerpo y del alma, además de estar asociada al agua, la vegetación, el sol y los elementos de sustento.
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Y a propósito de las ofrendas naturales el “Corazón de guiechachi” hace honor a la flor de mayo de los pueblos zapotecos. En esta estampa de Oswaldo Ramírez se muestra una especie endémica del sur de México- la cual se distribuye en los suelos calcáreos de Centroamérica- la cual es utilizada en rituales del Istmo de Tehuantepec al engarzarse en collares. Además, se asocia a la inmortalidad y ha llegado a plantarse- de manera abundante- cerca de los templos budistas en países orientales.
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Como puede observarse, la representación y el ofrecimiento a lo sagrado hace un llamado constante a la reconstrucción del vínculo de los pueblos con la flora y la mineralidad de su ambiente, tal como lo muestran las piezas de Gabriela Morac. En “Cuando vuelva el corazón a su tierra” la artista extiende una oración o una promesa hacia el terreno de lo sagrado; lo hace desde el corazón y dejando a un lado las lógicas contemporáneas atravesadas por el utilitarismo y las leyes del mercado. Desde los elementos más agrestes de nuestra cultura retrata una deidad cuya aura se extiende en círculos concéntricos. Para el grabado linóleo titulado “Nan Xste Guel” o “Señora de la milpa” vemos a un ser divino, de género femenino, que abraza un girasol y cuida de los sembradíos del maíz (una gramínea que es la base alimentaria de las culturas mesoamericanas).
A diferencia del trabajo anterior, Daniel Barraza retrata el “Templo Báalam” tomando como referencia a una fauna exótica y majestuosa: el jaguar. Este felino noctámbulo- relacionado por los mayas con el inframundo- es una figura esencial dentro de la cosmovisión de las culturas mesoamericanas, de tal manera que se impone en una de las fachadas de la acrópolis en la zona arqueológica de Yucatán.
En contraste con las primeras civilizaciones de nuestro país, las figuras sacras de la actualidad arrastran el proceso de antropomorfización de la herencia judeo-cristiana. Entre ellas, la Virgen de Guadalupe se ha convertido en un elemento identitario de lo mexicano: siendo una efigie que traspasa los tiempos, las fronteras y las generaciones. La figura virginal de Barraza parece indicarnos que, donde se vaya, siempre se lleva una imagen suya, aunque sea en el cuello, el bolsillo, la cartera o la mochila (además de una botella de Coca-Cola para refrescarse en el camino vital, plagado de rosas y espinas).
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Sin embargo, las vírgenes no son las únicas santas de nuestra idiosincrasia. En el grabado en metal de Eddie Martínez- titulado “1492”- una mujer indígena refleja su aura. A ello se unen la imagen de una escalera, dos gallos y una mano caída que ha sido separada de su cuerpo. Entre los elementos más vistosos del grabado se aprecia el escurrimiento de una tinta en la orilla superior del cuadro, como si nos recordara esa sangre derramada tras el descubrimiento de América.
Hasta el momento hemos identificado que lo sagrado tiende a vincularse con la unión de planos distantes y opuestos: lo inerte adquiere su aliento a través de las creencias mágicas y el reino animal o vegetal visten y protegen los cuerpos del imaginario colectivo. No empero, cabe advertir que lo sacro de la carne rompe el pacto trascendental, transgrediendo la identidad moralizada y haciendo posible que, dentro de esta cópula de reinos, tanto vivos como muerto reclamen la presencia del erotismo y del derroche sacrificial. Hasta el momento hemos identificado que lo sagrado tiende a vincularse con la unión de planos distantes y opuestos: lo inerte adquiere su aliento a través de las creencias mágicas y el reino animal o vegetal visten y protegen los cuerpos del imaginario colectivo. No empero, cabe advertir que lo sacro de la carne rompe el pacto trascendental, transgrediendo la identidad moralizada y haciendo posible que, dentro de esta cópula de reinos, tanto vivos como muerto reclamen la presencia del erotismo y del derroche sacrificial.
En la xilografía de “Huajuapan”, por ejemplo, el maestro Shinzaburo Takeda crea una imagen que semeja un manto transparente y evoca la tradicional matanza de chivos en la Mixteca oaxaqueña: una actividad centenaria, realizada desde 1590, que, además de ser antecedida por una misa ritual- beneficia a más de trescientas familias locatarias que preparan un mole de cadera con los caprinos caídos. En el caso de esta obra, la carnicería masiva se mimetiza con algunos elementos sexuales… ¿quizás como una formal alusión a la dimensión devoradora del encuentro erótico? (ese potente acto en el que la ternura y la violencia se fusionan o en el que los fluidos se beben cual sangría).
Finalmente, nos topamos con un grabado de Guillermo Olguín que recrea los elementos del tradicional altar de muertos. Entre el blanco y el negro monta un arco de carrizo que corona una mesa-cama: una plancha religiosa en donde dos calaveras ofrecen el placer de su coito y nos recuerda el valor de una usanza colorida, mística y sincrética. A través del “Altar chivo” de Olguín, en donde un curioso zanate observa el acto dedicado a otro mundo, creo escuchar una valiosa invitación de Quignard frente a la necesidad de hacernos de un relato frente a todo aquello que sobrepasa nuestro entendimiento: “pongamos en silencio al lenguaje”- dice-. Dirijámonos al mundo de un modo más sigiloso y contemplativo, tal como es posible posar nuestra mirada confusa de cara al arte.
* Poeta, psicoanalista oaxaqueña y fundadora de Casa Lotte: un espacio de lectura en psicoanálisis, filosofía y literatura ubicado en el centro histórico de la ciudad. Estudió la licenciatura en Medicina General en la Escuela de Medicina Ignacio A. Santos (EMIS) del Tecnológico de Monterrey, así como la Maestría en Ciencias del Comportamiento en el Instituto de Neurociencias (INEURO) de la Universidad de Guadalajara (UDG) y la Maestría en Estudios Psicoanalíticos convocada por Espacio Psicoanalítico A.C. En esta última institución cursa la Especialidad en Estudios Psicoanalíticos con Niños y Adolescentes, desarrollando una tesina titulada “Aportaciones del silencio a la constitución psíquica en la infancia: efectos sobre la imagen inconsciente del cuerpo y la función de envoltura yoica”.
A la par de la gestión cultural, Carlotta es ejecutante de técnicas de collage digital y pouring painting. Ha realizado reseñas curatoriales para artistas nacionales y extranjeros además de apoyar la difusión local de la lectura, principalmente a través de la presentación de libros o revistas, la donación de ejemplares a bibliotecas comunitarias y brindando un espacio para la próxima apertura de un archivo filosófico de cohorte existencialista.